Durante su participación en la conferencia matutina de este 6 de agosto, la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum mostró señales claras de que no está dispuesta a cargar con los costos políticos de otros actores del obradorismo, ni siquiera si se trata de Andrés López Beltrán, conocido como Andy, hijo del presidente López Obrador.
Al ser cuestionada sobre temas sensibles como el caso de Adán Augusto López, la creciente polémica por los vínculos entre funcionarios de Tabasco y el crimen organizado, y las críticas a ciertas decisiones tomadas en el círculo más cercano al presidente, Sheinbaum optó por marcar una línea clara de separación. Su tono fue mesurado, pero firme: habló de instituciones, de legalidad y de su visión propia para gobernar.
Aunque no mencionó directamente a Andy, su silencio frente a los señalamientos que involucran al hijo del presidente en operaciones políticas y posibles imposiciones dentro del gabinete, fue más elocuente que cualquier respuesta. Analistas interpretan esta actitud como un intento por deslindarse del fuego cruzado interno que ha comenzado a fracturar al movimiento.
Además, Sheinbaum recalcó que su equipo será conformado con perfiles “técnicos y con experiencia”, dejando fuera la posibilidad de cuotas por apellidos o cercanías personales. El mensaje fue claro: la nueva presidenta no está dispuesta a heredar compromisos que no son suyos, ni a respaldar figuras que puedan convertirse en lastre político.
Con el inicio del nuevo sexenio cada vez más cerca, el posicionamiento de Sheinbaum marca una nueva etapa dentro del movimiento, donde la lealtad al proyecto no necesariamente implica lealtad a los personajes del viejo obradorismo, incluidos aquellos con lazos familiares con el presidente.