Cada vez es más claro que Morena ya no está tan unido como antes. Aunque desde fuera intentan proyectar fuerza, por dentro hay roces, pleitos y mucha molestia. Lo que antes era un solo movimiento ahora parece estar dividido en varios grupos con ideas, intereses y liderazgos distintos.
Hay quienes simplemente no están de acuerdo con cómo se toman las decisiones, ni con las estrategias que el partido ha seguido últimamente. Muchos militantes sienten que ya no se les escucha, y que las decisiones vienen de arriba, sin tomar en cuenta a las bases.
También hay casos más graves, donde algunos personajes o grupos de plano se han salido del partido para armar sus propios proyectos. Uno de ellos es el de la diputada Gabriela Jiménez y su agrupación Que Siga la Democracia, que buscaba convertirse en partido político. Ejemplos como ese han encendido alertas sobre una posible fuga de figuras clave.
Y hay una razón que ha provocado especial enojo: el fracaso electoral que encabezó Andrés Manuel López Beltrán, “Andy”, hijo del expresidente. Fue él quien operó las recientes elecciones judiciales y también tuvo el control en Durango y Veracruz. ¿El resultado? Fracaso total: poca participación ciudadana, pérdida de municipios importantes y cero avances. Varios gobernadores están furiosos con él, porque invirtieron recursos y respaldo político… y Andy no cumplió.
En resumen: diferencias, salidas y fracasos están sacudiendo a Morena. Ya no es ese partido compacto de hace unos años. Hoy, hay más señales de ruptura que de unidad.