En los pasillos del hospital de tercer nivel San José, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el cansancio no solo se mide en guardias largas o en saturación de pacientes. También se percibe en la frustración cotidiana de trabajar con lo mínimo, o incluso con menos.
La falta de insumos, afirman enfermeras en entrevista por La Silla Rota, se ha vuelto una sombra permanente sobre cada turno. Una trabajadora de la salud que pidió reservar su nombre por temor a represalias, lo resume con crudeza: “A veces no tenemos agujas, a veces ni siquiera hay punzo-cat (con lo que se canaliza a los pacientes), ni tiras de glucosa para pacientes diabéticos”.
La denuncia no es nueva, el personal clínico está obligado a improvisar ante la escasez. En áreas como laboratorio y hospitalización, el problema se vuelve más evidente. El personal utiliza jeringas con agujas de baja calidad, sin filo, que al penetrar la piel generan dolor adicional y moretones.

“Los pacientes siempre se quejan porque los lastimamos, porque se les hacen moretones; pero no somos nosotros sino los insumos que nos dan, nos dan lo peor para trabajar”, explica la trabajadora. La sensación de impotencia se repite en cada cama, en cada toma de muestra, en cada intento de canalización.
El desgaste emocional no acaba ahí. Entre susurros, el personal admite que en ocasiones tiene que poner de su bolsillo lo que el hospital no les provee: “A veces nosotros tenemos que comprar material para trabajar”.
Las enfermeras entrevistadas se refieren a la falta de agujas BD, las cuales se requieren para realizar de forma adecuada las tomas de sangre. En cambio, las agujas con las que ahora se doblan, dejan moretones en los brazos de los pacientes y provocan chorros de sangre que manchan las sábanas y la ropa, lo que asusta a los derechohabientes, señaló una de las entrevistadas.
Su compañero de trabajo agregó que no sólo se trata de las jeringas de mala calidad sino que en otras áreas como vacunación, no hay jeringas.

Saturación y deterioro en los hospitales del IMSS en Puebla
A decir del propio personal del IMSS, los hospitales San José y La Margarita, en la ciudad de Puebla, son los que enfrentan los mayores niveles de saturación. La presión sobre La Margarita se agudizó desde 2017, cuando el hospital San Alejandro cerró por los daños del sismo y la mayoría de sus pacientes fueron trasladados ahí.
Pese a la saturación, actualmente se desmonta el Módulo Hospitalario habilitado en 2020 para atender a pacientes convalecientes de COVID-19. Esta área contaba con 38 camas y, en su momento, permitió incrementar la capacidad del hospital en un 143%. Hoy, un grupo de empleados retira las paredes mientras varias camas rotas se apilan en un rincón del mismo patio de maniobras.
Trabajan para cumplir cuotas, no para atender mejor
Para el personal del IMSS, la saturación y la falta de insumos no solo deterioran el servicio: también han transformado la manera en que se trabaja dentro de los hospitales. “Hoy, tristemente, el Instituto Mexicano del Seguro Social ya no es una empresa para dar salud, es una empresa de productividad y de trabajo a destajo”, afirma uno de los entrevistados, con varios años en la institución.
La lógica de las cuotas impera. “Hoy tienes que atender determinada cantidad de pacientes en determinado número de tiempo. Pues es obvio que no vas a dar una atención ni de calidad, ni de calidez, como dice el eslogan del Instituto Mexicano del Seguro Social”, agrega. En la práctica, esto se traduce en consultas breves, muchas de ellas de no más de 15 minutos, que impiden revisar a fondo a quienes presentan padecimientos complejos o síntomas poco comunes.

El problema se agrava cuando el paciente necesita estudios o valoración de un especialista. “Muchos de los aparatos no funcionan”, coinciden los trabajadores, lo que retrasa diagnósticos y complica tratamientos.
La escasez de material sigue siendo un punto crítico. “Es cierto, no hay insumos en los hospitales, no hay insumos en las clínicas. Pero creo que es un tema que se puede resolver bastante fácil puesto que el presupuesto existe”, señala el entrevistado. La responsabilidad, dicen, recae directamente en la institución: “Depende del instituto surtir los insumos. El instituto, la empresa es la que nos tiene que dar insumos, material, uniformes y sobre todo un área confortable. Dentro del contrato colectivo está inserto. A veces nosotros tenemos que comprar material para trabajar”.

A esto se suma el señalamiento de trabajadores que denuncian acoso por parte de los policías encargados de custodiar las instalaciones.
Cuando piden soluciones, la respuesta suele ser la misma: “La respuesta que nos dan es que lo veamos con el sindicato”, concluye.
Un sistema rebasado y sin insumos
Hoy, ocho años después de que el sismo de 2017 obligara a cerrar el histórico hospital San Alejandro, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo llegó a Puebla para inaugurar el nuevo Hospital Regional General 36 del IMSS. El corte de listón, acompañado por funcionarios federales y gobernadores morenistas, buscaba marcar el renacimiento del que alguna vez fue uno de los complejos médicos más grandes de Latinoamérica.
Sin embargo, el sistema hospitalario del IMSS en Puebla enfrenta un escenario muy distinto: el nuevo San Alejandro ya está saturado y los otros hospitales no tienen ni agujas para trabajar, cuenta personal de la salud a La Silla Rota.
Durante su mensaje, la presidenta habló de la “larga noche neoliberal” que redujo espacios en el Seguro Social y prometió que, entre su sexenio y el de Andrés Manuel López Obrador, se sumarán 11 mil camas a nivel nacional. Aseguró que con más trabajadores inscritos al IMSS, los recursos del Instituto crecerán y permitirá ampliar su infraestructura. También destacó a los ingenieros militares que demolieron y levantaron el nuevo edificio.
El nuevo hospital, que abrió silenciosamente en noviembre, antes de su inauguración oficial este 10 de diciembre, llegó a su límite desde los primeros días. Las consultas de especialidades fueron trasladadas desde el hospital La Margarita sin informar a los derechohabientes, lo que provocó confusión y pérdida de citas.
“Tristemente, cuando llegan allá les dicen que perdieron la cita y para que te la vuelvan a dar son tres, cuatro o seis meses”, dijo un trabajador desde el anonimato y aseguró que ellos mismos recibieron poca información sobre el cambio.
La capacidad del nuevo edificio tampoco ayuda. El antiguo San Alejandro tenía 415 camas, pero el nuevo cuenta con 282, es decir, 133 menos. Por eso, dicen los trabajadores que desde el arranque el hospital quedó corto. “San Alejandro era el hospital más grande a nivel Latinoamérica… hoy nos dejan un hospital de menos de la mitad y un hospital que no cuenta con lo que necesita”, lamentó uno de los entrevistados.
La reapertura del antiguo San Alejandro, pretendía aliviar la saturación de La Margarita, pero ese objetivo no se cumple. En ese hospital, durante un recorrido reciente realizado por este reportero, se observaron consultorios, Urgencias y Rehabilitación rebasados, pacientes de pie por falta de sillas, cajas de medicamentos apiladas en pasillos y áreas deterioradas con cables expuestos, plafones rotos y vapor hirviendo saliendo de tuberías.
Así, mientras el país celebra la reapertura de San Alejandro, los trabajadores del IMSS en Puebla enfrentan un sistema saturado, fragmentado y sin insumos básicos. Un contraste que no se mencionó en el estrado, pero que se vive todos los días en los pasillos donde realmente se mide la salud pública.
Mientras tanto, en Puebla operan cuatro hospitales del IMSS —San José, La Margarita, Traumatología y Ortopedia, y el recientemente reabierto San Alejandro—, todos enfrentando las mismas grietas estructurales: saturación, equipo insuficiente y personal obligado a trabajar con lo mínimo. La reapertura de un hospital no resuelve un sistema que, desde adentro, ya se siente al límite.
Información La Silla Rota

