Lenia Batres: el peso del burro sobre la justicia

La Suprema Corte de Justicia de la Nación debería ser el espacio del máximo rigor constitucional. Con Lenia Batres, se convirtió en un teatro de consignas, desplantes e improvisación. Su sola presencia erosiona la seriedad de la institución que tendría que ser el último dique frente al abuso de poder.

Hay ministros que llegan a aprender; ella, en cambio, llegó convencida de saberlo todo. Cree representar al pueblo —y no a la norma— y se coloca siempre del lado de la “verdad”. Pero en la Carta Magna no hay absolutos; sobre ella, la SCJN construye jurisprudencia. Por eso, en el exceso del error evidente, del abuso de poder y de la manipulación, Lenia exhibe ignorancia, incoherencia y una soberbia digna de manual.

Su “austeridad” es la primera farsa. Omitió 3.5 millones de pesos en su declaración patrimonial y, cuando fue cuestionada, salió con cuentas mágicas: devoluciones parciales, ahorros inflados y una narrativa donde lo que no cuadra se convierte en virtud. Transparencia a modo, engaño como política.

El episodio de los acordeones electorales fue otra prueba. Lenia defendió lo indefendible preguntando: “¿Cuál es el escándalo si el INE los aprobó?”. Como si la ética dependiera de un sello administrativo, como si lo legal bastara para ser legítimo. Una confesión de parte, disfrazada de argumento.

Su estilo es más propio de tribuna que de tribunal. Insulta, interrumpe, descalifica. Llamó “MISERABLE MISERABLE MISERABLE” a un empresario y la Corte tuvo que apartarla de un caso por parcialidad. Incapaz de aceptar su error, se levantó de la sesión como si el berrinche fuera derecho procesal.

Presume productividad: 637 sentencias en año y medio. Pero confunde cantidad con calidad. Una avalancha de resoluciones frágiles, hechas al vapor, más para la estadística que para la justicia. Una maquila con toga.

Lenia Batres no es la “ministra del pueblo”: es la ministra del capricho, del berrinche y de la demagogia. Cada frase imprudente, cada número manipulado y cada desplante en redes debilita la legitimidad de la Corte. Su paso por el máximo tribunal no se recordará por sentencias memorables, sino por el espectáculo vergonzoso de haber reducido la justicia a propaganda.

La curva de aprendizaje de Batres no existe: es una línea plana. No progresa, no evoluciona, no aprende. Repite. Su legado será el de haber probado que la incompetencia puede ocupar un asiento en la Corte. Y que esa incompetencia nos saldrá carísima a todos los mexicanos.

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