En un país donde niños con cáncer siguen esperando medicamentos, donde mujeres son rechazadas en hospitales por falta de insumos, y donde millones sobreviven sin acceso a atención médica básica, el gobierno federal decidió lanzar… una barra de chocolate.
Sí. Chocolate.
No es una broma. Bajo el discurso de autosuficiencia alimentaria y economía moral, el proyecto del «chocolate de la 4T» ha sido presentado como un símbolo del bienestar popular. Pero lejos de representar progreso, ha encendido la indignación de miles de ciudadanos que ven en esto un insulto a las verdaderas necesidades del país.
¿Quién aprobó esto? ¿Quién pensó que era sensato gastar recursos públicos en una golosina, mientras los hospitales operan a media capacidad y los médicos deben improvisar para salvar vidas?
El enojo no es contra el chocolate en sí —sino contra lo que simboliza:
Un gobierno que elige la propaganda sobre la prioridad.
Un gobierno que reparte dulces mientras ignora el dolor.
¿Qué sigue? ¿Tortillas de la esperanza? ¿Paletas de la transformación?
El país no necesita simbolismos vacíos, necesita soluciones reales.
Las redes sociales se han llenado de críticas, memes, y denuncias que resumen un sentimiento generalizado: “esto no es bienestar, esto es una burla”.
Y con justa razón. Porque cuando una administración decide disfrazar el abandono con papel aluminio y llamar política social a una barra de chocolate, lo que genera no es apoyo. Es furia.